Una fábrica de sofás haciendo mascarillas por la crisis del coronavirus

El RD 463/2020 que establece el estado de alarma, ordenaba entre otras medidas, el cierre de negocios y establecimientos que no fueran de primera necesidad. Muchas empresas vieron, de un día para otro, que su producción se cortaba y que debían cerrar y los trabajadores recluirse en sus casas como medida de prevención.

Félix López es el propietario de una fábrica en Yecla (Murcia) llamada FAMA Sofás, y hasta hace unos días se dedicaban a lo que su nombre indica y es el motor de la zona: la industria del mueble. Sin embargo, estos días han cambiado las tapicerías por otro tipo de tejido y han puesto su maquinaria a funcionar para fabricar mascarillas sanitarias con las que proveer a hospitales, centros de salud, servicios públicos y establecimientos que desde toda España le demandaban este valioso objeto. Con una demanda masiva a raíz del alto contagio del coronavirus y con las mínimas existencias, se ha dado el caso de hospitales, centros sanitarios, comercios o residencias de ancianos donde los trabajadores no tenían prácticamente con qué protegerse del virus.

Todo comienza con una llamada de teléfono a una empresa con una trayectoria en temas de responsabilidad social, y el empuje de Félix y toda la plantilla han hecho el resto. “Nosotros siempre hemos tenido la filosofía de coger el toro por los cuernos. En este caso, nos llamaron del Hospital, a los 15 minutos estábamos allí recogiendo una muestra (…) nos la trajimos y nos pusimos a preparar un prototipo”, cuenta Félix a través del teléfono. Cuando hablamos, entre toda Yecla ya habían producido cerca de 400.000 mascarillas que habían enviado a centros de salud, residencias de ancianos, cuerpos de seguridad, mercados o comercios en toda España.

Como en todo buen guion cinematográfico, la historia tiene sus puntos álgidos donde se plantean tirar la toalla, y son los mismos trabajadores los que toman la iniciativa de seguir. Pero lo verdaderamente interesante es que es una iniciativa a la que se han sumado más de 30 empresas de un municipio de apenas 35.000 habitantes, muchas de ellas competencia entre sí, para ponerse todas a fabricar mascarillas. “Hemos aplicado la lógica empresarial que tenemos de que hay que tirar para adelante”, dice Félix, aún incrédulo por todo lo que han montado.